lunes, 6 de marzo de 2017

Intervención


Pre -

Una gran mancha negra habita mi cuerpo.
Estoy triste y me duele.
Prevert me habla de la sangre del mundo y Poe me advierte que vivimos en un sueño dentro de otro sueño. 
Yo ya dejé de llorar, porque todo pasa, y dejé de buscar consuelo en la noche, porque ya me lo ha dado. 
Quisiera que la molestia se vaya, pido entonces perdón a mis entrañas por no escucharlas.
Una gran mancha llena de la sangre del mundo habita mi cuerpo y eso a la tierra le importa un bledo.
Necesito la paz, necesito dormir.
Ahora debo sanar.



Post -

La ventana de la escalera en mi casa se llena de dedos de todas las veces que subo y bajo, teniendo que tantear algo que me sirva de soporte para llevar este cuerpo por momentos ajeno, si no fuese porque el dolor me acompaña siempre para recordarme que todo es parte de lo que me constituye. 
Me abrieron, me sacaron un quiste sideral del ovario. 
Soy puro moretón y puntos, sensibilidad y dureza.
Camino, torpe como siempre, pero transformada, más consciente de lo frágil que es ser fuerte, de la importancia de la compañía, de ver los rostros que uno quiere y que te tienden la mano, y que sepas que están ahí para recordarte que sos más fuerte de lo que pensas. O como diría Herman Hesse "el amor no existe para hacernos felices sino para mostrarnos cuánto podemos resistir",
Y como el animal Tierra que describe Cortázar, si yo tampoco estuviera desde siempre en el pulmón de acero astral, me asfixiaría en esta lenta inmovilidad que me da la condición de recién operada.
Aún cuando dentro mío todo es revolución, acomodamiento, volver a reactivar fuerzas y unir más allá de la hinchazón y lo percudido, unir la carne, el alma, unirme entera.
Invito al silencio que me sana, pero todavía no entiendo al silencio en mi mente. 
Es verdad que me siento fea y ultrajada, vulnerada con un consentimiento casi absurdo. Y pensar que lo peor y lo mejor sucedió como en un brevísimo instante en el que me dijeron : "¿vamos a dormir, Flor?", y yo cedí como quien cede al sueño viajando en colectivo, y al cabecear se despierta pensando cuándo sucedió aquello, sintiendo que la inconsciencia solo duró unos segundos, pero también una eternidad. 
Es verdad también que todavía no entiendo bien lo que siento, generalmente pienso que todo va a estar bien muy pronto o que tiene que estarlo, porque la vorágine de este mundo te lleva también a eso, a acortar los momentos de duelo, de calma. 
No es tan fácil darse cuenta que el mundo sigue sin vos, que si no te apuras hasta los sentidos se te adormecen de esa vida tuya que era antes de todo esto, y que casi nadie de todo ese mundo de vida en sociedad va a correrse un poco del camino para contemplar la pausa un instante y tenderte una mano, una caricia. A tal estado llegamos sin escapar que cuando vuelva a correr y girar con la misma velocidad, haciendo mover el engranaje de cosas, la maraña de sentidos y configuraciones que creamos cada día, quizás en ese momento contemple todo esto como una ilusión demasiado real, una anécdota que deja una cicatriz visible, y miles que corren por dentro. 
Yo prefiero pensar que mis sentidos puedan estar en constante estado de alerta y entendimiento. Entonces busco la palabra porque es mi forma de expresión entera, y la sigo buscando, como ejercicio de la reflexión, de forma azarosa en las páginas de los libros. Confío en que son tan certeras las palabras  para lograr que a cada uno le genere verdades, configuraciones nuevas que les hagan parar un poco, aunque sea, a tomar una bocanada de aire. 
Prevert una vez más me dice : 

Allí donde estás 
Allí donde estuviste antes 
Quédate 
No te muevas 
No te vayas 
Nosotros los que somos amados 
Te hemos olvidado 
Pero no nos olvides tú 
Sólo te teníamos a ti en el mundo 
No permitas que nos volvamos indiferentes 
Cada vez mucho más lejos 
Y desde donde sea 
Danos señales de vida 
Mucho más tarde desde el rincón de un bosque 
En la selva de la memoria 
Surge de repente 
Tiéndenos la mano 
Y sálvanos



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