jueves, 3 de febrero de 2011

Cuando su corazón tenía rocío…

[Dedicado a Kerouac]




"Te lo estoy explicando a mi manera, no a la tuya, niño, perro, escucha: vete a encontrar tu alma, vete a oler el viento -vete lejos – La vida es una pena. Cierra el libro, vete – no escribas más en el muro, en la luna, a los perros, en el mar en el fondo nevado, un pequeño poema. Vete a encontrar a Dios por las noches. Las nubes también."


Jack Kerouac, Visiones de Cody.





N: Estaba yo entrando por la puerta de adelante, así como recién, con mis manos en los bolsillos, así como ahora, ¿lo puedes ver, verdad? Te lo imaginas.

J: Sí, sí. Así como que ya sabes a lo que venís.

N: Claro, esos itinerarios mentales. Entro y enciendo un cigarrillo de los verdes y espero ahí en la entrada porque se suponía que la tenía que esperar. Diablos, la estaba esperando.

J: Podría no haber estado allí.

N: Lo estaba, aunque no la escuchara. No iba a salir de allí, en eso estamos de acuerdo. Tardes como esas no era posible que se dejara abandonar fuera de las sombras.

J: Los cachos de piel secos.

N: Creer o reventar, el cuero cabelludo enrojecido.

J: Los chapuzones en el hule.

N: Cosas que aun le pertenecen al campo como esa casa anestesiada.

J: Pero solemne.

N: No, yo estaba esperando, pensando que My little suede shoes es unas de esas canciones que a todos les gusta tener en el bolsillo, como un pedazo de Nueva York en plenas festividades navideñas, y me dio asco y nostalgia.

J: Porque estabas repartiendo caramelos de halloween para ese entonces.

N: Algo poco usual si tenemos en cuenta que somos los primeros seres pensantes de esta América.

J: Capaces de exhalar pitadas.

N: Cuando le buscas la vuelta a las cosas como ahora, como en ese momento. Estaba parado así como ahora, ¿lo ves? ¿Se me ve la expresión?

J: Hombre lunático arribando a pensamientos.

N: Alguna porquería semejante.

J: Un tentempié.

N: Podrido de ofuscaciones, me entregué a estas ensoñaciones pretensiosas de hombre que busca la redención por llegar a acumular ciertas verdades. Todo esto en ese pequeño lapso de espera.

J: Ya te estás poniendo nervioso, anudate.

N: Es que de pronto escucho que grita con la voz desgarrada, adolorida.

J: Voces del campo, ¿qué pasaba?

N: Pasaba este grito de auxilio pero no me moví, comprendes. Me quedé esperando, estancado en esa acción. Porque sabes, no se puede cambiar de acciones así como así cuando te decidiste por una. Es como despertar bruscamente al sonámbulo. No podría salirme así como así.

J: Estabas drogado.

N: Completamente. Habíamos fumado con F. cerca de la estación. Estuvimos así toda la tarde.

J: Mientras yo me moría en accesos de tos verborrágica.

N: Claro, sabía que estabas abocado a esto de escribir. No podía penetrar tu espacio creativo, decidí no hacerlo. Ves, puedo también no decidir o decidir no.

J: Me hubiese gustado estar ahí de todas formas.

N: Bueno, lo pensé pero no hice nada al respecto como en ese momento en el que me quedé esperando. Todavía los esquemas podían cumplirse.

J: Dominó mental.

N: No respondo a esos gritos, por lo que baja las escaleras insultando. Está hecha una fiera, toda salvaje con el pelo revoltoso o esponjoso, lo que venga primero. Los ojos desorbitados, y como que la boca se le desdibuja en el grito, se hace una con el grito, casi que podría haber salido volando en un tornado furioso.

J: Poético.

N: Increíble.

J: ¿La furia iba dirigida a vos?

N: Por supuesto o eso parecía. Yo creo que me lo merecía, es casi tierno, pero entonces no lo quería.

J: Caprichito.

N: Insoportable capricho.

J: ¿Te hiciste ver?

N: Por el oculista, claro. Y está en bombacha y corpiño con esos colores que… no recordaba haberla visto con esos… porque de los tiempos en los que… yo era más bien lo que no se ve…

J: Cuando mirábamos al cielo y encontrábamos que el futuro era algo tangible.

N: Y sabroso y jugoso como una naranja.

J: No encontrábamos el camino porque lo estábamos pisando.

N: Y así anduvimos por millas y millas.

J: Los tiempos del resfrío. ¿Estaba linda en esa ropa interior?

N: Infernal. Lo sabía tan bien que me tira al suelo, me monta y empieza a mover la cabeza circularmente y con fuerza como buscando desnucarse.

J: Quizás estaba invocando al gran Dios.

N: Y los breteles empiezan a descocerse por sí mismos y en realidad toda su ropa interior se desgarra, y le veo los pezones muy rosados y erguidos. Todas esas tetas parecían estallar.

J: Se me abultan los pantalones.

N: En serio, era animal. Y su sexo rugía, cosa extrañísima. Decía, en su lenguaje secreto, que la fuente de vitalidad es un punto del que no se vuelve, como cuando llegas al nirvana, viste, o a esas cosas de semejanza espiritual. Una vez que las entendiste, tu cuerpo se disuelve. No tenes forma para volver, no tenes cómo carajo volver.

J: Te haces uno con el resto y el resto es vos.

N: Cuestión que siempre somos un resto.

J: Un reto.

N: Un tero, dejame de joder.

J: Bueno hombre de las cavernas, ¿qué pasó luego? ¿Se consumó el acto diabólico?

N: Ja, sí que lo era, pero no quería tocarla no sé por qué. Entonces de a poco se iba apagando, convirtiéndose en noche, hasta que escuché las campanas.

J: ¿Campanas? ¿Te llegaba el día del juicio?

N: No hombre, unas campanas. No sé, las inventé. De pronto sí quería poseerla.

J: El pito saltarín.

N: Y así fue, y así nos fuimos dominando.

J: A happy ending.

N: Fue curioso porque su cuerpo me decía que su extrañamiento era milenario, que me iba a extrañar para siempre porque no tengo hogar ni lo tendré.

J: ¿Profecía?

N: Mas bien sentido común.

J: Claramente. Supongo que por ende trajiste tu vieja valija.

N: Enmohecida.

J: Ajusticiada. Pues, entonces, vámonos.




-