Es la hora
en la que todos
se despiden
y vos
dejas los apuntes
sobre el escritorio,
una razón
para ir a la cocina
y no pensar
en el cuchillo.
El café
está preparado
de un día
después de anteayer,
sabe a un día
con diferentes
consonantes.
La cuchara
remueve la nata;
muesca de asco
y azúcar,
como el ritual
de ponerte cómoda
de vuelta al útero
de la madre
de la sábana
de la desnudez.
Si no se vuelca,
algo siempre queda
en la taza,
y así pretenden
leerte el futuro
de migajas recortadas
de los recuerdos
y de aquello
que nunca terminas
de tragar.
Las gotas
que recorren
tus mejillas
ya me parecían
que tenían
gusto a café.
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