Te
soñé.
Lo sé porque te ví despierta; escarbabas la
luz, dejabas secar la aspereza.
Blanca esperanza
la de tus pieles que agonizan
porque todo el color las acaba
las embellece y las mata.
Y que si ahora vivieses
las llevarías colgando
en tus codos,
en los rieles del lienzo.
Por
eso creí seguir estando dormida cuando te descubrí en la 11 west,
solito,
inmaculado
sin
otra leyenda que la de tu nombre inmortal
(que
si ahora viviese llevaría su piel colgando)
Te
viví.
Lo
sé porque estaba dormida; me inundaste de luz, me lastimaron tus detalles.
Era
cierto que todo aquello se lo pediste prestado para siempre a la tierra. Lo
sacaste del vientre, lo llamaste poesía y lo tiraste al viento esperando que se
seque como la pintura que perdura por años esperando ser tachada, prohibida,
ultrajada.
Qué
belleza la de los ojos ignorantes que te contemplan porque pueden armarte a cualquier
imagen y semejanza, a la línea llamarla destino, a los colores, tragedia; a la
trama, esperanza.
Qué
suerte que te he visto y poder así darle vida al mito.
¿Acaso no es cierto que enhebras
en oro el tiempo
o es solo un invento mío
de esta vigilia abstracta que no
sabe si ha contemplado una quimera
o una aspiración?
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