sus funciones,
sacarlo
del estado de alerta.
Devolverlo a la canción
que ya conoce.
Que se descubra las extremidades,
que vuelva a sus dolores
con la piel más curtida.
Devolverle al cuerpo
los rincones recorridos,
la necesidad de ser tocado como antes.
Abrigarlo al amparo
de lo que quedó suspendido.
Pero tajearlo, hiriendo,
dejarle el pecho abierto
y que dialogue
con esa mirada de mundos.
Que no pueda olvidar
cómo las bocas
pronuncian nombres
que cruzan las fronteras.
Y que lo dejen maltrecho,
anhelando con dulzura
que vuelvan las turbulencias,
y que sea posible
por un momento
que las historias
se encuentren en los cuerpos,
y que no se separen
aunque sean un punto en el mapa,
aunque crean
que esta realidad
de cosas conocidas
los moldea.
Devolver al cuerpo
al lugar del que nunca ha salido,
pero dejarle el gustito,
dejarle el pensamiento.
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